Adiós a la semana de cinco días y ocho horas

Condiciones de Vida | Proteccion Social |

(El Pais) La propuesta ha dado la vuelta al mundo por su audacia y, sobre todo, por quien lo dijo. Carlos Slim, el segundo hombre más rico del mundo, abogaba hace unos días por una semana laboral de tres días con una jornada de diez u once horas. ¿Es posible? Han llovido las respuestas. Si se entra en el detalle -los tres días, las once horas-, empiezan a aparecer algunas pegas de los expertos, pero lo que hizo el empresario mexicano es poner de nuevo a rodar el ya viejo debate de cambiar el concepto de tiempo y trabajo, de su reparto en un mundo en el que el empleo es cada vez más escaso. 

Convergen dos cuestiones en un mismo punto. Por un lado, la reivindicación de otra forma de vivir no estructurada sólo en torno al tiempo de trabajo. Por otro, la falta de empleo actual y a futuro. Y a las dos se refería Slim, quien señaló que su propuesta mejoraría la calidad de vida de las personas, crearía una fuerza laboral más productiva, daría pie a nuevas actividades de entretenimiento y otras formas de estar ocupado. El empresario mexicano también consideraba que la edad de jubilación-debido al aumento de las expectativas de vida- debería situarse en torno a los 70-75 años. 

"Me parece fuera de lugar", señala Sandalio Gómez, profesor emérito de Dirección de Personas (Iese). En su opinión, pasar de 8 a 11 horas de trabajo al día supondría una reducción de la productividad, ya que los estudios indican que a partir de las ocho horas el rendimiento es mucho menor. Gómez considera que la sociedad no está preparada para un salto de este tipo, para un incremento tan grande del tiempo de ocio que requiere una progresiva adaptación cultural. Pero en cambio, sí que estima conveniente fomentar el trabajo a tiempo parcial poniendo las herramientas necesarias para que sea atractivo, ya que es una manera de dar entrada a mucha gente en el mercado laboral y de conciliar con el tiempo personal. 

España es uno de los países de la UE con un menor porcentaje de contratos a tiempo parcial aunque van en aumento, pero el 54,7% de quienes lo tienen preferirían trabajar toda la jornada. Es decir, se vincula a precariedad y salario escaso y no a una apuesta voluntaria y personal, como sucede en Holanda o Alemania. Por ello, el profesor de Iese indica que hay que modificar este concepto. El trabajo a tiempo parcial, subraya, no tiene que ser el 50%, puede ser una reducción menor y es imprescindible para que funcione que no suponga un pérdida de cobertura social, de derechos de pensión o que implique un contrato precario. Aunque conlleve menos salario.

La New Economics Foundation (NEF), un relevante think tank británico que promueve la justicia social, económica y medioambiental, aplaudía esta semana la propuesta de Slim. La NEF fue pionera en el 2010 al defender una semana laboral de 21 horas para ofrecer recetas alternativas a la única basada en el crecimiento económico. Cuando este se estanca, señalaban, el sistema se colapsa. El denominado Informe 21 aunaba varios aspectos diferentes; desde la necesidad de reducir las emisiones de carbono, la mejora de la vida familiar, de la competitividad, la reducción del paro y la participación de los ciudadanos en la vida social y política. El think tank proponía una adecuación gradual, pero el debate ha cogido fuerza durante estos años y la NEF se hacía eco esta semana de la entrevista en The Guardian al presidente del Colegio de Salud Pública del Reino Unido, el doctor John Ashton, que aboga por una semana de cuatro días para reducir el estrés y repartir el trabajo.

Volviendo a los tres días de Slim, el profesor de Eada y experto en relaciones laborales, Jordi Costa, considera que la apuesta quizás es excesiva, pero indica que el binomio ocho horas de trabajo, contrato fijo y salario cerrado está cambiando y debe cambiar. Hay que buscar modelos más flexibles que bien puede ser la reducción de horas de trabajo diarias, la semana de cuatro días o el trabajo por proyectos (ver información adjunta), siempre que se evite la precarización o la obligación de estar siempre disponible. Según Costa, la práctica de muchas empresas de no trabajar el viernes por la tarde ya indica que el acortamiento de la semana laboral es posible. 

"Ya hace tiempo que se habla del salario no económico -comenta-, que es una forma de pagar al trabajador en forma de bienestar". Pero las realidades conviven y chocan. Por un lado, el debate sobre el cambio de concepción del trabajo como una forma de vivir mejor, de repartir lo que hay, de bienestar social. Por otro la obligación de muchos de trabajar más horas presionados por la crisis y el temor a perder el empleo. Como indicaba el doctor Ashton, "muchos trabajan demasiadas horas, y otros muchos no tienen ningún trabajo". Para los primeros, relataba, ya ha desaparecido la "hora del lunch" y comen un bocadillo delante del ordenador. Para todos: estrés, problemas de salud mental, tristeza.

"Soy Ceferí Soler -dice este profesor de Dirección de Personas (Esade) -, tengo 70 años, hace 50 que trabajo y hoy, 30 de julio, lo hago porque me da la gana" . La motivación, señala, sale de dentro. Motivación y preparación imprescindibles para un mundo en el que ya no se trata de hablar de la organización del trabajo, dice, sino del mundo del trabajo. El contrato indefinido se ha acabado, no hay empleo para todos, por lo menos no cada día, o no como ahora. Y de esto ya habló el sociólogo Jeremy Rifkin en 1998.

De momento, Slim ofrece a sus empleados de Telmex -telefonía- dos posibilidades. Trabajar toda la jornada y jubilarse considerablemente antes. O tener una semana de cuatro días y retrasar la edad del retiro. Es la transición posible