Crecen los casos de estrés infantil, sobre todo en las clases medias

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(abc) La infancia es un periodo idílico, feliz, por la falta de preocupaciones y responsabilidades. Al menos, en la teoría. Según los especialistas en psicología y psiquiatría, desde que comenzó la crisis económica ha aumentado el número de niños que acuden a las consultas por el estrés que padecen, y cada vez a edades más tempranas. «Se dan más casos sobre todo en las familias de clase media —asegura Josep Cornellà, presidente de la Sociedad de Psiquiatría Infantil de la Asociación Española de Pediatría—. Hay una clara explicación: los niños de clases bajas, e incluso en situación de pobreza, saben lo que es sobrevivir con carencias, pero cuando un niño de clase media percibe cierta tensión en su hogar y se enfrenta a que sus padres le nieguen, por ejemplo, una actividad de ocio o que le compren algo, le repercute muy negativamente porque no sabe adaptarse a la nueva situación».

Una situación que se le escapa de las manos y les causa ansiedad. «Las dificultades adaptativas son muy frecuentes porque los niños hoy no tienen imaginación —asegura Josep Cornellà—. El juego imaginativo da salida a muchas dificultades y frustraciones». Lo malo, como apunta, es que ahora los padres pasan muy poco tiempo con sus hijos por los horarios de trabajo y los niños «juegan mucho con el ordenador, que para nada fomenta la imaginación».

No obstante, cuando la tensión se apodera de un hogar en el caso de que uno, o los dos progenitores, pierden su empleo, no hay que trasladar la preocupación a los hijos. Ante la dificultad observarán cómo los padres, que son su modelo a seguir, intentan resolverla. «Aun siendo pequeños perciben que algo pasa y hay que explicarles que hay un problema, pero que saldrán adelante —explica Arancha Ortíz, psiquiatra de niños y adolescentes del Hospital Universitario La Paz de Madrid—. Jamás hay que quitar la esperanza a un niño».

También se puede optar por dejar que pasen más tiempo con personas, como los abuelos o amigos, que no les transmitan mensajes estresantes, y que tengan vías de escape, como salir a la calle, hacer deporte...

Cierto es que cada persona afronta una misma situación de diferente manera, pero cuando «el problema genera problemas» será imprescindible buscar ayuda. Los padres no llegan a consulta diciendo «mi hijo tiene estrés». Los niños son derivados a los especialistas por manifestar una serie de síntomas como tristeza, lloros con frecuencia y sin causa aparente, preocupación extrema, insomnio, alteraciones del apetito, del carácter, dificultades para relacionarse, fracaso escolar, dolor de estómago, de cabeza...

Arancha Ortíz añade que si se conoce el origen del problema hay que intentar resolverlo con él, pero si su situación se alarga más de dos meses, y sufre los síntomas como pérdida de apetito, de sueño, etc., lo mejor es pedir cita con el pediatra para que valore la necesidad de acudir a un especialista en psicología o psiquiatría.

Pequeños al límite

 

Según Josep Cornellá es habitual que los niños a partir de cuatro años visiten estas consultas. «Los padres tienen mucha información, pero poca formación, porque intentan que desde que tienen meses aprendan español e inglés, que cuando jueguen al fútbol sea el que más goles meta... son demasiado exigentes con ellos y les ponen al límite, les estresan».

También es muy habitual que atiendan a niños de 11 y 12 años. «Es una etapa de muchos cambios —añade la psiquiatra de La Paz—, tanto internos en sus relaciones familiares y educativos al pasar a Secundaria».

Ortíz puntualiza que no es que los niños hoy sean más débiles, «es que actualmente se enfrentan a más estresores porque hace años había menos cambios. La exigencia hoy es mayor —añade—. Ahora no con el mismo esfuerzo llegan a lo mismo».