El anonimato digital que los niños se merecen

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(Gestión/Evolución Digital). Todos tenemos esos amigos que constantemente publican contenido sobre sus hijos en Internet. Las fotos del primer baño, las fiestas infantiles, las travesuras en el parque, el inicio  de clases entrando por la puerta del colegio, las transcripciones sobre sus ocurrencias y comentarios. Incluso sus enfermedades, graves o no. Detrás está el deseo natural de capturar momentos que no vuelven y compartirlos con nuestra familia y amigos. Sin embargo, también se está comprometiendo la privacidad y el futuro derecho al anonimato de alguien sin tomar en cuenta su opinión.

El problema es que aquello que compartimos no queda en círculos cerrados como muchos creemos. Por ejemplo, no todo el mundo tiene un control medianamente solvente de sus esquemas de privacidad en las redes sociales. Poco ayudan  los cambios constantes en las políticas de esas plataformas con el fin de hacer nuestra información más relevante para potenciales anunciantes o terceros. Ellas mismas tratan de flexibilizar los límites de nuestra privacidad a fin de crear nuevos servicios.

En esas circunstancias, aquello que pensamos privado termina siendo expuesto a otros a los que no considerábamos como receptores iniciales de nuestro contenido. Sin ir muy lejos, la última política de privacidad de Facebook permite reunir información utilizando reconocimiento de imágenes para asociarla con contenido adicional que exista en la plataforma como por ejemplo publicidad o páginas de marcas. Sin embargo, dichos procedimientos también sirven para relacionar la imagen de un niño con una serie de informaciones que se hayan hecho públicas sobre él en Internet usando su propio nombre o apellido y relacionándolo con el de sus padres.

Es interesante pensar hasta que punto estamos tomando sin permiso información sobre un individuo y poniéndola a disposición de terceros que pueden hacer uso de la misma con fines no siempre positivos. ¿Hasta qué punto la vida sentimental de un adolescente o su frágil personalidad pueden estar lastradas por fotos que pueden ser simpáticas para sus padres, pero no para sus compañeros?. ¿Hasta dónde los comentarios de una madre sobre la actitud o comportamiento de un niño pueden dar una idea de cómo el joven o el adulto y afectar la opinión que se puede tener de él en un mundo académico o laboral?. ¿Puede la información sobre sus intereses, defectos o salud, compartida por padres desinformados, influir sus oportunidades a futuro?. Todo ello sin que el niño lo perciba, entienda o autorice.

Es posible que el concepto de anonimato y privacidad evolucione con el tiempo y lo que hoy se considera como privado y sujeto a una esfera muy cerrada no tenga sentido en sí mismo. O quizás no sea así. Hasta entonces, pregúntese si no está exponiendo a sus hijos a un uso de su información que puede afectar su futuro de forma sutil y no siempre positiva. Este es un ejercicio interesante y muy favorable. Piénselo la próxima vez que toma una foto con su móvil y se apresure a subirla para su disfrute personal y el de aquellos cercanos a usted. Es posible que sea material para la evaluación crítica de terceros.