La edad para ser madre en España se retrasa hasta los 30,1 años

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(Te Interesa). En España la edad para ser por primera vez madre se ha retrasado desde  los 25 años hasta los 30,1 años entre las mujeres  y de 30,1 a 33,3 años entre los hombres. España, junto con Italia, Alemania y el Reino Unido, se encuentra actualmente entre los países donde las mujeres se convierten en madres a una edad más avanzada (OCDE, 2011).

En las tres últimas décadas se ha retrasado la edad en que las mujeres empiezan a ser madres. Ahora la maternidad adolescente ha pasado a ser marginal y la tasa de fecundidad de las mujeres menores de 25 años ha caído en picado. La edad en la que se concentran más nacimientos se sitúa en 32-34 años, y los nacimientos entre las mujeres mayores de 35 años ahora representan el 18% del total. Aunque la tasa de fecundidad de las mujeres de más de 40 años sigue siendo baja, la proporción de primeros nacimientos de madres de más de 40 años se ha  multiplicado por más de 4: del 0,9% en 1996 ha pasado al 3,9% en 2011.

El aplazamiento de la maternidad fue un fenómeno inicialmente encabezado por las mujeres de alto nivel educativo. Pero en España el retraso se ha extendido a todos los estratos sociales y es cada vez más generalizado: en 2010, la edad media del nacimiento del primer hijo era de 32,9 años para las mujeres con estudios universitarios, de 30,8 para las que habían completado el segundo ciclo de estudios secundarios y de 28,2 para las que tenían el primer ciclo.

La cohabitación, un equivalente funcional al matrimonio

España llegó tarde al proceso global de cambio familiar. A finales del siglo XX, era el país de Europa donde las parejas se casaban más tarde. El porcentaje de mujeres españolas entre 20 y 34 años (es decir, en las edades más fértiles) que aún no habían formado su primera unión conyugal se encontraba entre los más altos de Europa en el año 2011: el 62%. Pero desde entonces los cambios han sido muy rápidos, extendiéndose la práctica de la cohabitación, que representa un equivalente funcional al matrimonio.

En este sentido, un hecho sorprendente que se desprende del presente estudio es que el comportamiento de las parejas de hecho en materia de fecundidad es similar al de las de derecho. La cohabitación se ha convertido en una opción de emparejamiento cada vez más común: a los 35 años, la primera unión conyugal del 39 % de las mujeres nacidas en los años setenta había empezado en régimen de cohabitación, en comparación con el 17 % de las mujeres nacidas en los años sesenta y el 6 % de las nacidas en los cincuenta. Este estudio también muestra que, si bien las mujeres con estudios universitarios fueron las claras precursoras de la cohabitación a mediados de los años noventa, las diferencias por nivel educativo ya no son estadísticamente significativas. El efecto decreciente de la educación puede interpretarse como un indicador de la difusión de la cohabitación en todos los estratos sociales.

El porcentaje de nacimientos fuera del matrimonio pasó del 4% en 1980 al 11% en 1995, y desde entonces el aumento ha sido muy rápido, llegando hasta el 37% en 2011. En 2011, la natalidad entre familias cohabitantes suponía el 23% de todos los nacimientos.

La elevada tasa de paro, un impedimento para no ser madre

La participación de la mujer en el mercado laboral, ¿obstáculo o requisito?. A partir de los años ochenta, la participación femenina en el mercado laboral aumenta con rapidez, una incorporación que ha ido acompañada de un descenso continuo de la fecundidad por la difícil conciliación de roles laborales y familiares.

En la última década, esta tendencia se había visto frenada, y el hecho de contar con dos sueldos en casa también facilitó ampliar la familia. De hecho, en países con la natalidad más elevada también lo es la tasa de participación laboral femenina. En 2012, el 51% de las mujeres españolas entre 16 y 64 años trabajaba, en comparación con el 60% en Francia, el 65% en el Reino Unido, el 68% en Alemania y el 72% en Suecia (Eurostat, 2013).

Sin embargo, la difícil situación económica y unos niveles de paro que se han disparado en los últimos años, pasando del 17% en los años ochenta al 26% en 2013, y que han afectado especialmente a los adultos jóvenes, han provocado un nuevo factor de riesgo en la maternidad. El hecho de que uno o ambos miembros de una pareja esté en el paro contribuye actualmente a frenar la natalidad.

Pese a ello, tampoco las mujeres que trabajan lo tienen fácil, ya que se mantienen las dificultades de conciliación de la vida familiar y laboral en las familias donde los dos miembros de la pareja trabajan. En este sector se encuentran las mujeres con estudios universitarios, un tercio de la población femenina total, que, contrariamente a la creencia habitual, es un colectivo crucial para el índice de natalidad de nuestro país, según descubre el informe. Por ello los expertos proponen la puesta en marcha de políticas y recursos para facilitar la maternidad de las mujeres trabajadoras.