Una reforma fiscal que no llega

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(El Economista. Editorial). Los ingresos tributarios no van a repuntar en mucho tiempo. En sus previsiones el Gobierno estima que en 2015 la recaudación por impuestos será todavía 2,3 puntos de PIB inferior a la de 2007. La falta de ingresos es un grave problema del que nos llevan advirtiendo desde hace tiempo las autoridades de Bruselas y que tienen muy en cuenta las agencias de calificación. Sobre todo porque mientras confluimos por gasto con otros países de la UE, somos los que menos y peor recaudan de todos. Incluso por debajo de aquellos que se encuentran en peor posición económica como es el caso de Grecia.

Esta situación se combina con otro fenómeno muy peligroso, el desequilibrio de las cuentas. Nuestra clasificación crediticia puede verse amenazada si no somos capaces de arrojar unas perspectivas de ingresos y gastos que aseguren que vamos a ser capaces de reducir nuestro elevado nivel de deuda pública, al tiempo que contenemos el déficit. No se deduce eso del programa de Estabilidad 2014-2017, enviado por el Gobierno a Bruselas.

Parece que el Ejecutivo no confía en el efecto de la reforma fiscal que prepara y posiblemente sea así, pues por lo que se va sabiendo no va a suponer un cambio profundo y se demoran las decisiones a la próxima legislatura. La lucha contra el fraude y la economía sumergida es una entelequia aunque algunos estiman que afecta al 25% de la actividad. Por el lado del gasto, Rajoy ha tirado la toalla y ha perdido la oportunidad única que le brindaba el mapa político de la legislatura actual para hacer una reforma del sector público en condiciones. Es una irresponsabilidad grave dejar tan delicado andamiaje de ingresos y gastos al albur de la recuperación. El Gobierno amaga con la reforma fiscal pero está claro que no figura en sus previsiones económicas.